¿Estás seguro de ya conocer a Dios?

¡Ya sé que crees en Dios! ¡Felicitaciones! Pero, ¿quién ese dios o Dios en el que crees? ¿Lo conoces? ¿Cómo puedes estar seguro de conocer a Dios —al único y verdadero?

Estás seguro de ya conocer a Dios
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Los evangélicos reclamamos poseer no una religión, sino de una relación personal con Dios por medio de Cristo.

Así está escrito en nuestros manuales de catequismo, así lo cantamos a ritmo apologético, y así lo repetimos en nuestras charlas de inducción a nuevos creyentes.

El único detalle es que tendremos que graduarnos de varias escuelas para entender la altura, anchura y profundidad de tal declaración de fe.

Conocer a Dios personalmente

Analizando el susodicho credo, tenemos: (1) relación, (2) personal, (3) con Dios, (4) por medio de Cristo.

Comencemos con la parte tres: Sin la menor duda afirmamos que Dios existe —o en términos más filosóficos, Dios es—. Y al usar la grafía D mayúscula indicamos que no hay otro; o mejor dicho, hay solo uno.

¿Pero quién ese Dios a quién nos referimos?

Si dices al único, te pregunto: ¿a cuál de los «único» de las religiones monoteístas te refieres?

Si dices al creador, te repregunto: ¿te refieres al Dios creador de los hebreos, o de los Musulmanes, o de los Inkas?

Si dices al verdadero, te rerepregunto: ¿a cuál de los verdaderos que muchas religiones afirman adorar te refieres?

Alguna vez hice estas mismas preguntas mientras predicaba, y una hermanita de la penúltima banca levantó su voz y respondió «el Dios de Abraham, Isaac y Jacob». —¿Y cómo se ha revelado ese Dios? —sigo—. Ella levantó su Biblia, y me di por satisfecho.

Conocer a Dios de la Biblia

Para los cristianos es imposible pensar en cuál Dios sin recurrir a la Biblia. Nuestro Dios es el Dios de la Biblia; el mismo que se reveló en Jesucristo.

Si decimos que tenemos una relación con Dios, y más aún, una relación personal, entonces no nos será muy difícil describir cómo es Dios. Es como si me preguntaras por mi padre. Yo, mejor que nadie, dada mi relación personal e íntima con él, podré describirlo al milímetro.

Lo curioso en los que practicamos la fe evangélica es que decimos que tenemos una relación con Dios, pero realmente no hay mucha relación, y tampoco es tan personal, que digamos. Y lo más curioso aún es que hemos partido nuestra vida en antes de conocer a Dios y después de conocer a Dios, empero, es evidente que no lo conocemos mucho.

Si afirmamos tener una relación personal con el Dios de la Biblia, está implícito que leemos devotamente la Biblia. ¿Verdad?

Si afirmamos conocer Dios, al Dios de la Biblia, está sobre indicado que hemos leído la Biblia de pasta a pasta. ¿O hay otras forma de conocerlo?

Lastimosamente, este implícito se reduce a lecturas parciales, salteadas y picoteadas de la Biblia. Y doble lastimosamente, esta sobre indicación se refiere a haber leído los textos en letra roja de la Biblia y las que contienen alguna promesa o motivación.

Lo grave de este asunto es que cada quien termina armando a un dios a su medida, de acuerdo a la oferta y demanda de la religión. Por tanto, es un infractor inflagrante del mandamiento que prohíbe hacernos imágenes de la divinidad (Exodo20:4), en este caso, imágenes mentales.

Finalmente

Si queremos conocer al Dios de la Biblia, no nos queda otra opción que navegar del antiguo al nuevo testamento y viceversa, anclar en cada libro, descender en cada capítulo y explorar cada versículo. Al principio nos familiarizaremos con la obra del autor, y después con el autor de la obra. En este caso, con el mismísimo Dios, el que inspiró por medio de su Espíritu a sus siervos a escribir sus palabras, y que finalmente es el mismísimo Cristo, el verbo de Dios.

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