Éxito del fracaso

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El pasado, con sus éxitos y fracasos, se ha propuesto capturar y encarcelar a los visionarios. De modo que, el que los recuerda, corre el riesgo de ser capturado. Y el que vive recordándolos ya es su preso. El score: una visión más sin conquistar.

Los fracasos del pasado
El remordimiento por los fracasos del pasado nos distrae de nuestra visión, despilfarra nuestras energías, anula nuestra concentración, invalida nuestra imaginación, y castiga nuestra iniciativa. Nos hace re-confesar nuestros pecados (me imagino al Señor, asombrado, respondiendo: “Esta es la 20ava. vez que escucho eso de tus labios, y la verdad que no entiendo de qué hablas”). Nos hace vanamente cargar un peso en el alma (con meditaciones como: “¿Por qué hice eso!; Si sólo hubiera hecho lo otro, no estaría así; etc.”).

¿Qué logramos remordiéndonos? Nada. Lo hecho, hecho está. No se puede cambiar los hechos; aunque sí el resultado de sus consecuencias.

Cada pecado y error cometido tiene sus consecuencias. La confesión y el arrepentimiento no nos exonera de enfrentarlas. Mas Dios, en su gracia y misericordia, es capaz de usar aún éstas consecuencias para cumplir sus planes en nosotros. Por eso, sin mucho espectáculo ni lloriqueo, paga las consecuencias de tus pecados y errores, y continúa tu carrera y ministerio. Extiéndete a lo que está delante, y prosigue a la meta de Dios para ti. Dios sigue siendo fiel, aunque le hayas sido infiel. Hch.20:24; Rom 8:28; 2Tim.2:13

Para extenderte a lo que está delante, luego de la confesión y arrepentimiento, tienes que OLVIDARTE DE TUS FRACASOS, diaria y disciplinadamente. Caso contrario, el remordimiento te cazará y te enjaulará cual águila. ¿Por qué crees que Pablo enseñó: “olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”?. Fil. 3:13-14

Los éxitos del pasado El recordar los éxitos del pasado tiene un riesgo. Muchos de los que lo han hecho, ahora viven de ellas; viven por ellas; y viven para ellas (¿no predican, recordar es volver a vivir?). El día que se den cuenta que aún no han alcanzado el 10% de lo planeado por Dios, serán libres de esa cautividad. Cuando alguien se jacta de sus proezas del año pasado, yo le digo: “A mí qué me importa. Lo que me importa es lo de este año”. Y agrego: “Si vas a recordarla, okey; pero con la consigna de que este año lo duplicarás”.

Ejemplos? Alberto se jacta de los 3 días de ayuno que hizo en agosto del 97. “¡Fueron los tres mejores días que he vivido!”, reflexiona. Y este año: ¡aún no ha hecho ni medio día de ayuno! Andrés, recordando los 300 dólares que ofrendó para el proyecto XYZ, dice: “Ese año, Dios me lo devolvió multiplicado”. Y este año: ¡ni siquiera 30 dólares ha dado! María llora de alegría cada vez que recuerda su primera prédica. “Dios me usó sobrenaturalmente para confrontar a mi auditórium”, es su evaluación. Y ella misma nos revela de su cautiverio, al concluir: ¡ese día fue inigualable!

Considero que es bueno recordar los éxitos del pasado; pero no puedo, ni debo, ni quiero, vivir del pasado. La misericordia del Señor es nueva cada vez que me levanto de la cama. Por tanto, mientras respire, diariamente habrá una bendición mayor que experimentar. Un nivel superior que conquistar. Sal. 93:18

Si no te OLVIDAS DE TUS ÉXITOS pasados, vivirás de ellas. Olvídalos, y sigue adelante. Dios tiene más para ti. Prosigue a tu meta, que aún no has terminado tu carrera y ministerio.

Conclusión. Pablo constantemente se olvidaba de todo lo que quedaba atrás: éxitos y fracasos. Porque había aprendido que los recuerdos lo podrían capturar y encarcelar.

Sospecho que Haward Hendricks quiso dar esta misma lección, al escribir su desafiante frase: “no te enamores de tus éxitos, ni que tus fracasos te derroten” (en su libro Enseñando para Cambiar Vidas).

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