¡Levántate!

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Estamos siendo testigos de un singular acontecimiento en la iglesia latinoamericana. Pues, en plena época post-moderna, una nueva generación de jóvenes están tomando la posta del liderato. Pero, ¿qué les falta, para dejar de ser un puñado y ser ese ejército, mil y una vez pronosticado!

Hace varios siglos atrás ocurrió un hecho algo similar, y muy bien podría responder la pregunta planteada. Me refiero a lo sucedido durante el cambio de liderato en Israel, justo a unos cuantos kilómetros de la tierra prometida.

Habían transcurrido 40 años de seguir el cayado de Moisés, cuando asistieron a una gran ceremonia: El hombre del Sinaí ordenando a Josué como su reemplazante. El sujeto que aprendieron, con dolor, a respetar; con algunas pérdidas humanas, a escuchar; y en abundantes conflictos, a reconocer su investidura celestial, no seguiría más al frente. Probablemente los hijos de Israel estaban algo tristes, pues su líder los dejaba justo cuando había que iniciar “operación conquista”. Y quizá, también, muy excitados, pues momento a momento se acortaban las horas para pisar lo que sus abuelos visionaron, soñaron y profetizaron. Pero, un momento: el que ahora debería estar al frente, aún no llegaba. Dios sí estaba súper emocionado. Pues al fin, después de varias centurias cumpliría lo que había jurado a tres generaciones. Pero, alto: el hombre a través del cual lo cumpliría, aún no estaba en escena. Se supone que ya debería estar en posición; pero no. Estaba en una actitud inactiva. Quizá luchando con una impronta timidez, pues el proyecto era más grande que su tamaño. Tal vez tratando con algunos complejos, pues dirigiría a un pueblo muy identificado con el liderato anterior. A lo mejor resolviendo una ráfaga de preguntas, pues no era nada pequeño su nueva tarea. O, quien sabe, meditando “tengo abundante experiencia como guerrero; pero muy diferente es estar al frente”. En esos momentos, la dulce y poderosa voz de Jehová, Dios de Israel, visitó a Josué. Era la primera vez que lo escuchaba. “Josué, mi siervo moisés ha muerto”, le dijo. Seguro que el que fue servidor de Moisés aún no terminaba de conmoverse, cuando oyó más enfáticamente “¡ahora, pues, levántate y pasa este Jordán!” (Josué. 1:1-3).

La iglesia de Latinoamérica tiene un alto porcentaje de jóvenes entre su membresía. Y creo, como muchos lo intuyen, que son la generación reservada para poderosamente conquistar este planeta con el amor de Dios. ¡Me emociona pensar en las conquistas del próximo decenio!. Pero también me preocupa saber que muy pocos están liderando un ejército extremadamente grande. No obstante, habiendo mucho potencial.

Imaginemos algunas probabilidades que se podrían dar en Lima, Perú; a partir de las estadísticas oficiales de 1993 (Esta probabilidad también valdría para los otros países latinos). Supongamos que de cada 10 jóvenes cristianos, uno, apenas uno, sueñe, dormido y despierto, con este globo terráqueo lleno de la gloria de Dios. Y también supongamos que a los 9 restantes, poco o nada les importe. ¿Okey? Okey. Si esta ridícula, pobre y angosta suposición es cierta, entonces podríamos anunciar que el Señor tiene, sólo en Lima, un ejército de más de 16 mil jóvenes líderes (y hablo de líderes; no de simplemente cristianitos).

Cuando comparto acerca de este potencial, algunos poco crédulos me preguntan ¿dónde están? Y he allí la gran pregunta. Si tú me preguntas lo mismo, yo te repreguntaría, y si podría, agarrándote enérgicamente de los hombros: Mas bien ¿dónde estás tú? ¿En qué estás perdiendo el tiempo? Y terminaría gritando a tus oídos: ¡levántate!

¿Qué significa eso?
Dejarte de niñerías, y andar como un soldado, involucrado y comprometido con la causa del reino; rehusando sueños diminutos, y metiendo las naciones en tu corazón. ¡Amén!

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