Liderazgo de ida y vuelta

Todo visionario hace un liderazgo de ida y vuelta. De IDA, cuando dirige la ejecución de un proyecto. De VUELTA, cuando ministra a los que colaboran en dicho proyecto. El primero tiene que ver con el proyecto en sí; el segundo, con las personas que ejecutan el proyecto.

© Ilia Ablamonov - Fotolia.com
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Liderazgo de ida.
Tú haces un liderazgo de ida, cuando orquestas los dones y talentos de tu equipo, con el firme objetivo de cristalizar un plan. En esta dimensión, tu papel es básicamente el de un gerente. Con tu ojo derecho, ves la visión y los planes; y con el izquierdo, los logros y conquistas. Con tu oído derecho, escuchas la voz de Dios; y con el izquierdo, la sabiduría de la multitud de consejeros (tu equipo). Con tu mano derecha, delegas tareas; y con tu mano izquierda, supervisas tareas. Un día, presionas para realicen sus funciones; otro día, presionas para que lo hagan con excelencia. En la mañana, encausas el activismo; en la tarde, exiges resultados; y en la noche, los sacas de la pasividad.

Liderazgo de vuelta.
Cuando haces un liderazgo de vuelta, velas por la vida de los miembros de tu equipo. Aquí, bajas tu velocidad de ejecutor de hazañas, y te concentras en los que están a tu alrededor. Les das su verdadera identidad. Les llamas como no son para que lo sean; y los tratas como si fueran lo que deberían de ser para que lo sean. Escuchas sus errores sin reproches. Cubres sus pecados sin implicarte ni complicarte. Los levantas cuando caen. Los confrontas cuando se relajan. Los enciendes cuando se apagan.

Su influencia.
Un equipo se hace por un liderazgo de ida; pero se deshace, por falta de un liderazgo de vuelta. Si el líder ministra a sus colaboradores, de grupo se convertirán en equipo; de conflictivos, en cooperativos; de divergentes, en convergentes; de críticos absurdos a polémicos inteligentes. Si de vez en cuando el líder no hace un liderazgo de vuelta, sus colaboradores de grupo se convertirán en dispersos; de conflictivos, en pelea riñes; de divergentes, en divididos; de críticos, en maldicientes.

El liderazgo de ida es deficiente porque el liderazgo de vuelta es deficiente. ¿Por qué un líder ve poco resultado en su gestión? Porque cuando comunica los nuevos ajustes, su equipo no logra oírla. Porque cuando da nuevas instrucciones, el indicado para hacerlo apenas escucha palabras entrecortadas. Todo, simplemente porque entre él y su equipo se ha creado una brecha. Por el trajín y la presión, el equipo ha perdido el ritmo y compás de su líder. Lo que el líder debe hacer es: detenerse y ministrar a su equipo. Una vez fortalecido el débil y curado el perniquebrado, nuevamente debe hacer un liderazgo de ida. Y para prever cosas y casos, frecuentemente deberá hacer un liderazgo de vuelta.

No se puede hacer un liderazgo de ida, si primero no se ha hecho un liderazgo de vuelta. Nadie aceptará tu autoridad, si primero tu ejemplo no lo ha impactado. Ninguno ejecutará tus instrucciones, si primero no haz llorado con ellos. Nadie recibirá tu presión, si primero no has invertido tu vida en ellos. Ninguno obedecerá contra sus propios gustos y colores, si primero no les haz dado lo mejor de ti. Nadie abrazará tu visión, si primero no les haz dado una razón de vida.

El liderazgo pierde su propósito cuando sólo es de vuelta; o cuando sólo es de ida. De nada sirve tener a tu equipo con las patas sanas y no alcanzar un destino (prefiero alcanzar un destino, aunque tenga que quedarme sin una pata). ¡Pero un líder conforme al corazón de Dios, curará las patitas quebradas para, juntos como un solo hombre, conquistar un destino!

Parece que es más fácil hacer un liderazgo de vuelta que un liderazgo de ida. Un ejemplo clásico es Moisés. Mañana, tarde y noche estaba haciendo un liderazgo de vuelta. Varios años de su ministerio vivió creyendo que ese era el llamamiento que había recibido. Pero después aprendió que eso era sólo una mitad de su papel como líder.

La necesidad de la gente es de pan y agua espiritual, pero también de trabajo. Moisés, luego de conversar con su suegro, aprendió ese detalle. Comprendió que serviría a los más destacados, dándoles trabajo (liderazgo de ida); y a los menos destacados, alcanzándolos a través de ese trabajo.

Timoteo fue lo que fue, porque recibió de Pablo un liderazgo de ida y vuelta. Su preparación no se circunscribió entre lo teórico y práctico. Fue más que eso. Timoteo no sólo estuvo expuesto a la poderosa palabra y rica sabiduría del gran apóstol (liderazgo de vuelta); sino también a la presión y exigencia que implicaba colaborar con el ministerio de Pablo (liderazgo de ida).

Todo hombre de Dios quisiera estar con uno y otro, para ministrarlos, bendecirlos, ayudarles a sacar sus potencialidades y conquistar sus destinos. “¿Qué puedo hacer; me falta tiempo!”, es la clásica pregunta. La respuesta es sencilla: Tú no estés con ellos; que ellos estén contigo. Es decir, que caminen contigo. Que te ayuden a conquistar planes. Que te sirvan con una y otra cosa (liderazgo de ida). Mientras están a tu lado, escucharán consejo, sabiduría, y palabra (liderazgo de vuelta). Y si son fieles contigo, al final se van a graduar de realizados.

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