Propósito del propósito

¡Claro que Dios tiene un propósito para tu vida. Pero tampoco que su ocupación sea fabricar propósitos para cada ser humano. Por supuesto que «quiere darnos futuro y esperanza» (Jer 29:11). Pero tampoco que en el cielo conspira a tu favor!

¡Cuidado con las medias verdades! La otra mitad es que Dios también tiene un propósito, y por cuanto Dios es Dios, es un propósito eterno y de cumplimiento seguro.

Se supone que en la iglesia nos enseñan sobre el propósito de Dios (Hch 20:27), pero como mayormente abordan sólo una parte, los oyentes asumen que el propósito último de Dios es que «prosperes en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma» (3Jn 1:2). Hasta que un día, uno de esos días de reflexión, entre insatisfacción e inquietud, y al

borde de la contradicción, al fin te haces la pregunta más importante que un mortal podría hacerse: ¿Y para qué todo esto? —Así como cuando Esther llegó a ser reina, y luego entendió el porqué y para qué.

Ese para qué, pues, es el propósito de Dios para la humanidad.

Por supuesto que Dios tiene un propósito para tu vida, pero aun tu propósito (individual) requiere un propósito mayor (totalidad) para que tenga sentido.

Te lo explico así de facilito: Si el propósito de Dios es un pastel, entonces tu propósito es una tajada de ese pastel.
¿Quieres entender tu tajada? —¡Entiende primero el pastel!

¿Cómo? —¡Lee tu Biblia!

Dudo que el abogado entienda su propósito sin entender la justicia divina. Dudo que el arquitecto entienda su propósito sin entender a Dios como arquitecto. Dudo que el contador entienda su propósito sin entender el diezmo. Dudo que el médico entienda su propósito sin entender la resurrección. Dudo que el zapatero entienda su propósito sin entender la evangelización. Dudo que el electricista entienda su propósito sin entender el evangelio. Dudo que albañil entienda su propósito sin entender cómo Jesús edifica su iglesia.

El propósito de Dios requiere hacedores de su propósito. Es decir, que alguien entienda cuál es su propósito y enseguida lo haga. Estos son hijos, sus hijos, los que buscan agradar al Padre celestial como su máxima realización.

Al crearnos el Señor nos hizo con voluntad propia. Es decir, con la capacidad de alinearnos a su propósito, o hacer nuestro propio propósito, o incluso rebelarnos contra su propósito.

¡Qué maravilla cuando un imberbe se inquieta por saber el propósito de Dios para su vida!

Digo maravilla, pues, por lo general, asume que el propósito de Dios implica la eliminación de su propio propósito. Pero maravilla al cuadrado si desea conocer el propósito maestro de Dios, y también desea saber cuál es su tajada.

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