Travesuras en el ministerio

Hasta en el ministerio se cometen travesuras. Actitudes como “seré el mejor entre todos los que hay”, o “soy mejor que tal”, no son más que travesuras. Generalmente lo adolecemos cuando nos iniciamos en el ministerio.

Los catalogo como travesuras, porque al cabo de algún tiempo, al retroceder hacia nuestros inicios, batimos la cabeza, y con un gesto sonriente, nos decimos: ¡Qué travieso fuí!

Los que no llegan a esta conclusión, quizá no adolecieron. O quizá aun estén enredados en travesuras, corriendo tras un éxito ficticio.

Travesuras en el ministerio
© Fotolyse – Fotolia.com

Es lamentable decirlo, pero es cierto: Hay ministerios que dicen ser mejores en su categoría. Así, el hermano X surge con un nuevo material para niños, y afirma: “Es el mejor entre todos los que hay”.

Sí. Mas de una vez he podido observar cómo cada ministerio, cuando uno va a solicitar sus servicios, tratan de convencernos que su estrategia es única; que ellos tienen la solución; que su fórmula es lo máximo; y que la única manera de tener éxito es, siguiendo sus recetas. Y como que los demás están por demás.

En el cuerpo, ningún dedo se atrevería a decir soy el mejor entre los 10 que hay. Ni el meñique derecho podría jactarse sobre el izquierdo. Entre ellos no hay lugar para tal arrogante pretensión (1 Cor 12:21).

Lo mismo sucede en el cuerpo de Cristo. Entre sus miembros no pueden haber competencia; muchísimo menos si son de la misma categoría. Veamos un caso: Si hubieran en nuestro medio 15 revistas, ninguna podría decir que es la mejor. ¿Por qué? Primero, porque cada una nació para cumplir un llamado especifico (se vendrán abajo si nacieron para competir). Segundo, porque cada una desarrollará un distinto enfoque (durarán poco, si sólo imitan a otra).

Digamos que Dios tiene un plan revisteril para el Perú. Entonces, él mismo comienza a levantar hombres para que cristalicen su plan. Uno, hace una revista evangelística; el otro, de edificación; el otro, de noticias; etc. ¿Se da cuenta que no podrían competir el uno contra el otro? Si hubiera varias de edificación, tampoco podría haber competencia entre ellas. El uno desarrollaría temas para familias; el otro, para líderes; el otro para empresarios; etc. Y si hubieran varias dedicadas a líderes, el uno hablaría sobre carácter; el otro, sobre misiones; el otro, sobre iglecrecimiento; etc. Y si aún todos hablaran de un mismo tema, cada uno desarrollaría un particular punto de vista (según lo que a cada uno concedió el Señor, 1 Cor 3:5).

Dios tiene un todo, y a cada uno nos ha reservado una parte. Y un ministerio existe para ejecutar esa parte.

Nunca te muevas en función a convertirte en el mejor entre todos los que hay. Haz la parte que Dios te ha asignado, y ayuda a otros a hacer la parte que les toca.

Los que insisten en ser lo mejor entre todos los que hay, se exponen a que su siguiente paso sea el fracaso ( Prov. 16:18). Y ya hay una gran cantidad de traviesos que lo han hecho.

Pareciera que para saber si estoy teniendo éxito, no hay mejor método que compararse con otros. Entonces, soy exitoso siempre y cuando gane más almas que los que gana otro; o si más gente acuden a mis conciertos, etc. ¡Pero no hay nada más falso que ello!

Cuando me comparo con otros, distorsiono la realidad. Pues me parecerá que unos cuantos son los privilegios. ¡Y eso es mentira! Dios ama a cada uno de sus hijos, y desea que tengan éxito. No es que unos cuantos tienen los recursos para alcanzarlo. El Señor nos ha dado a todos exactamente lo que necesitamos para cumplir nuestro llamado. Y quizá mi poco fruto se deba, más bien, a mi poca disciplina.

Ser exitoso no es ser mejor que otros; de ninguna manera. Sino, terminar mi tarea; la que Dios me ha asignado (Jn 17:4)

Y si tanto quiero compararme, lo debo hacer con la meta de Dios para mí. ¡Eso es muchísimo mejor!

Supongamos que Dios haya planeado para este año que alcances 1.57 m. ¿Cómo te calificarías si sólo alcanzaras 1.50 m? Seguramente que te gloriarías sobre tu hermano M que alcanzó 1.45 m, la meta de Dios para él. O envidiarías al hermano N que alcanzó 1.55m, también la meta de Dios para él. Pero te preocuparías de ti mismo, si te comparas con la meta de Dios para ti (1.57m).

Compárate con otros y te gloriarás falsamente, o envidiarás inútilmente. Pero si te comparas con la meta de Dios para ti mismo, todavía podrás extenderte hacia lo que está adelante, sabiendo que está delante. Y para ello tendrás que abandonar  actitudes de autodecepción y trasladarte a la actitud del que corre de tal manera que llegue a alcanzar (Fil 3:13, 1 Cor 9:24).

Cada cierto tiempo deberíamos someternos a una auto evaluación. Y una de las preguntas debiera ser: ¿Qué travesuras estoy cometiendo?

Cuando estemos planeando, tenemos que asegurarnos que no hayan objetivos que por internamente sea ser el mejor entre todos los que hay; sino un genuino anhelo por cumplir nuestro llamado. Y también tenemos que asegurarnos que no estén en función a lo que están o no están haciendo otros, sino a lo que Dios desea que hagamos.

Deja un comentario