César el chancón, Carlos el relajado

Hay quienes se encierran por días para estudiar, incluso se amanecen, pero a la hora del examen solo obtienen 14 o menos. Y también hay quienes hacen exactamente lo contrario, pero en el examen obtienen 15 o más. ¿Alguien puede explicar esta injusticia?

Si de averiguar se trata, vayamos directamente con César y Carlos. Ambos cursan el 5to grado de primaria, y entre ellos ocurre esta diferencia. Metámonos en sus historias de cómo estudian.

César es el típico “chancón”. Sus tiempos de paseo y recreación son solo los meses de vacaciones. El resto del año se encierra en su cuarto para estudiar y estudiar; al parecer, solo sale de allí para ir al colegio.

Carlos es el clásico “relajado”. Para él, todo el año es para pasear y recrearse. Cuando no está en casa, lo encuentras en la canchita de la esquina jugando fulbito.

¿Cómo se preparan para el examen? César no solo sigue encerrado, también trasnocha. Para Carlos es un día normal, excepto por los amigos, no de su clase con los que jugará fulbito.

En la casa de César, la primera en enterarse de que es semana de exámenes es la empleada. Porque al pasar por la habitación de César, unas veces lo mira sentado en su escritorio, cerrado los ojos, hablando solo y golpeando al aire con su puño. Otras veces, leyendo y al mismo tiempo, mordiéndose la mano semi empuñada. “Esos días, ni a limpiar, hay que entrar”, es su orden.

En la casa de Carlos, nadie sabe cuándo son días de exámenes, a menos que él mismo lo diga. Y nunca niega su ayuda, con el pretexto de la semana de exámenes. Un día su papá lo envió a una diligencia, y lo hizo, a pesar de estar en pleno exámenes. Enterado su padre del sacrificio de su hijo, le hizo un doble regalo.

Como ya sospecharán, Carlos ocupa el primer puesto en su clase, y por si fuera poco, ha salido ganador en varios concursos inter escolares. César, también ocupa el primer puesto, pero en otro colegio.

El año siguiente, un nuevo alumno, proveniente del mismo colegio y sección de César, se agregó a la clase de Carlos. Su nombre: Paco; un niño con la intuición de que la vida consiste más que en buenas notas. Al primer bimestre, ya sabía de quién aprender y de quién no aprender. Paco se hizo amigo de Carlos, y entre juego y juego, astutamente le sacó sus secretos.

Un día Paco le propuso a Carlos inasistir juntos a clase para ver una función de circo; Carlos le respondió: “Imposible; de ello depende mi vida”. Más luego Paco comprobó que Carlos no solo no faltaba a clases, sino que las recibía con los 5 sentidos, como si se metiera en una película (sus dos primeras conclusiones).

Un viernes, día de historia, matemática y educación física, Carlos invitó a Paco a su casa, para el día siguiente sábado, para jugar Wii, su famoso doble regalo. Paco aceptó, previa confirmación. Llegó sábado, y ni bien Paco tocó la puerta de Carlos, se dispusieron ambos a jugar y jugar. Hasta que de pronto escucharon un fuerte y claro: “¡Hora de almorzar!”. Ambos se miraron y se dijeron: “¿Tan rápido se pasó el tiempo?”.

Así que se sentaron a la mesa, agradecieron a Dios por los alimentos, y empezaron a degustar camarones a la parrilla. Entre plática y plática, don Joaquín, jefe de hogar, empezó con su habitual pregunta: ¿Qué aprendieron ayer muchachos? Carlos le dio un panorama de lo aprendido, y empezaron entre ellos varios minutos de discusión académica. Mientras tanto, Paco iba sacando ya su tercera conclusión.

Pasó la tarde, y ya se cumplía la hora de permiso para Paco. Así que, muy respetuosamente, empezó a despedirse de todos cuanto había en casa. Entró a la sala a despedirse de don Joaquín. “Gracias por todo, don Joaquín. Ya me voy”, le dijo. Don Joaquín le respondió: “¿Por qué no te quedas unos minutos más? Acabo de encontrar un vídeo de History Channel, exactamente del tema de historia que estábamos discutiendo en el almuerzo”. Paco pensó por un milisegundo y dijo: “Solo tendría que llamar a mis padres y listo”. Carlos le alcanzó el teléfono a Paco e hizo su llamada. Mientras Paco hablaba con sus padres, en su mente ya tenía elaborado su cuarta conclusión.

Seguramente hay muchas más conclusiones que habría que sacar de tipos como Carlos, pero por cuestión de tiempo y espacio dejémoslo allí. Mientras tanto, repasemos lo aprendido: 1) Nunca faltar a clases, 2) Prestar total atención a clases, 3) Discutir con otros sobre la clase aprendida, 4) Profundizar la clase con ayudas audiovisuales.

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